Parroquia Inmaculada Concepción de Talagante
Fue erigida el 13 de octubre del 1824 por el Arzobispo Ignacio Cienfuegos. Ubicada en la plaza de armas de Talagante, desde el 09 de junio de 1893 por Decreto de Monseñor Rafael Valetín Valdivieso.
El PRESBITERIO
El Presbiterio es el lugar de los presbíteros, esta reservado a ellos y a quienes les ayudan y acompañan durante la eucaristía.
El ALTAR
Es el símbolo de Cristo como "Piedra Angular". El Altar es ara y mesa. "Ara" en cuanto al lugar del sacrificio. "Mesa del Señor" en cuanto lugar del convite eucarístico.
miércoles, 20 de septiembre de 2023
Poesía: "Una cruz sencilla"
domingo, 30 de julio de 2023
La Credencia ... humilde mesita, pero de gran ayuda
La credencia es un elemento esencial en el presbiterio, discreto pero necesario, donde se disponen todos los objetos requeridos para la celebración de la liturgia, ya sea la misa u otros sacramentos. Se trata de una mesa auxiliar cercana al altar. Antes de iniciar la misa, se colocan sobre ella la patena con las hostias, el cáliz con su purificador y corporal, los copones destinados a consagrar, las vinajeras con vino y agua, el lavabo con su jarra y plato para el lavado de manos, las bandejas para la comunión de los acólitos, y otros elementos necesarios.
Es fundamental respetar el significado sagrado del altar, por lo que, durante la misa, solo deben llevarse al altar aquellos objetos que sean necesarios en ese momento, retirando lo que ya no se utilizará. Por ejemplo, las vinajeras y el lavabo no permanecerán sobre el altar desde el ofertorio hasta el final de la misa. En situaciones en las que no haya acólitos y el sacerdote celebre solo, la credencia se acerca al altar para facilitar su manejo y evitar desplazamientos innecesarios. Sin embargo, existe una excepción permitida, que es cuando el sacerdote celebra sin fieles, pero con un ministro que puede preparar los vasos necesarios en la credencia o sobre el lado derecho del altar antes de la misa.
La Instrucción General del Misal Romano menciona en varias ocasiones la importancia de la credencia y su uso adecuado durante la liturgia de la misa. Es en la credencia donde se preparan y sitúan los elementos necesarios para la celebración de la misa antes mencionados.
Es válido purificar los vasos sagrados después de la comunión en la credencia o dejarlos cubiertos con un corporal en ese lugar y purificarlos después de la misa. Incluso se recomienda hacerlo en la credencia siempre que sea posible. En la misa con diácono, los vasos sagrados son llevados a la credencia al terminar la distribución de la Comunión, donde se purifican y arreglan adecuadamente.
En conclusión, la credencia es una mesa auxiliar práctica y útil que contribuye a respetar el misterio y la santidad del altar durante la liturgia. Su adecuado uso permite celebrar la misa de manera más ordenada y con mayor solemnidad, evitando la colocación innecesaria de objetos sobre el altar que podrían afectar su significado sagrado. Respetar y aprovechar la credencia es una manera de honrar el altar como el lugar central de la Liturgia Eucarística.
domingo, 13 de diciembre de 2020
Recomendaciones para ser un buen lector en la misa
1. El lector debe entender la Palabra que proclama; si no la entiende, no puede darle el sentido que tiene. Primero debe ser oyente de esa Palabra, haberla leído antes, captado, rezado, y luego será el portavoz para la Iglesia.
2.- El lector debe tener clara conciencia de que en ese momento se convierte en portavoz de la Palabra de Dios, en su altavoz, para que todos escuchen la Revelación que se da. En consecuencia debe ser fiel transmisor de una Palabra que procede de Dios, escrita por los autores sagrados y cuyo último eslabón es el propio lector para que llegue esa Palabra a la Iglesia, aquí y ahora.
3.- Hay que tener especial cuidado con las palabras difíciles, nombres inusuales, estilo de la misma lectura (poético, narrativo, exhortativo, etc.), y por eso es bueno repasar ante las lecturas.
4.- El lector comunica la Palabra de Dios no sólo con las palabras pronunciadas correctamente, sino también con el convencimiento, el tono, el volumen, las inflexiones de voz según las frases. No es “hacer teatro", sino comunicar adecuadamente, porque es distinto leer para uno mismo que leer para los demás en alta voz haciendo que los oyentes y el propio lector se enteren bien de la lectura.
5.- La preocupación del lector debe ser que todos se enteren y escuchen bien la Palabra de Dios: para ello procurará leer despacio, alto y claro, con ritmo (ni demasiado lento que distrae, ni demasiado rápido que aturde), vocalizando, ya que el sonido llega más lento al oído del oyente. Para eso, además, hay que mirar que el micrófono esté encendido y a la altura adecuada para recoger la voz, sin pegarlo a la boca.
6.- Antes de comenzar, cerciorarse de que es la lectura correcta: el libro debe estar abierto, fijarse en el día de la semana en que se está o en qué fiesta o solemnidad. Se ha dado el caso de que el que ha leído en la misa anterior no ha dejado la cinta en su lugar adecuado, y el que lee en la siguiente Misa no se da cuenta y lee la lectura del día siguiente o del anterior. También esto es señal de que no se ha preparado antes la lectura ni se ha mirado el leccionario, tristemente.
7.- Al comenzar la lectura no se lee nunca lo que está en rojo, con tinta roja: “IV Domingo de Cuaresma", ni el orden de las lecturas tampoco se lee porque está en rojo: “Primera lectura", “Salmo responsorial", “Segunda lectura". Es decir, nunca se lee lo que esté escrito en letra roja, porque son indicaciones, no texto para leer en alta voz.
* Se comienza diciendo: “Lectura de…” y se termina haciendo una pequeña pausa con “Palabra de Dios”, no seguido, como si formase parte del texto, o leído como si fuera una pregunta “¿Palabra de Dios?", sino con tono de afirmación-aclamación: “Palabra de Dios". Como es una aclamación, y no una información, NO SE DICE: “Es Palabra de Dios", ni tampoco se dirá “Esto es Palabra de Dios".
8.- El salmo habitualmente debe ser cantado, o al menos, el estribillo o respuesta. Lo excepcional debería ser que se leyese, porque la naturaleza del salmo es la de ser un poema cantado, una plegaria con música. Si hay que leerlo, no se dirá “Salmo responsorial” (porque está escrito en rojo), sino directamente lo que todos van a repetir, por ejemplo: “Mi alma tiene sed del Dios vivo", dando tiempo a que los demás puedan responder después de cada estrofa. Ayudará mucho que el lector repita cada vez la respuesta para facilitar los fieles que la recuerden mejor.
9.- El Aleluya no se lee. Si no se canta, es mejor omitirlo porque es absurdo convertir una aclamación musical en algo fugaz leído en voz alta.
Finalmente, lo ideal será que en todas las Misas haya un lector y a ser posible un lector distinto para cada lectura. El salmista es el cantor del salmo; si no lo hay, mejor un lector distinto que aquel que haya leído la primera lectura.
El lector o los lectores deben acercarse dignamente al ambón para leer, sin carreras ni precipitación, con dignidad. Lo harán cuando los fieles hayan respondido “Amén” a la oración colecta que el sacerdote ha recitado, y no antes. Si son varios lectores, mejor que entonces vayan todos juntos, hagan inclinación profunda al altar al mismo tiempo, y suban a la vez hacia el ambón para evitar las idas y bajadas entre lecturas.
La mejor manera de aprender estas indicaciones y sugerencias es con la práctica. A ver si nos animamos a ofrecernos en nuestras parroquias para comenzar a participar de este hermoso servicio litúrgico al servicio de la palabra.
(De los apuntes del padre Javier Sánchez Martínez)
viernes, 10 de abril de 2020
El Incensario y Naveta en la Liturgia
domingo, 15 de septiembre de 2019
LA CONMIXTIÓN
Este rito viene desde la antigüedad, siglo V aproximadamente, y su significado no se conoce con total precisión. Lo más probable, y tal como el Misal pone, hace referencia a que Cristo se nos da en plenitud, en cuerpo y sangre. La consagración, que se ha hecho por separado para el pan y el vino, podría dar la impresión de una cierta disociación sacrificial. Su unión en el cáliz manifiesta la unidad vital de su persona.
Nunca deberíamos olvidarnos de que en la mezcla del pan con el vino, desde tiempos antiguos, se expresaba la acción unitiva de la Eucaristía, por encima de las distancias, y ahora, además, nos debe recordar la unidad interna del sacramento bajo las dos especies y el simbolismo de la unión entre las diversas Iglesias particulares, locales o diocesanas y las iglesias parroquiales.
La Santa Misa es de una riqueza simbólca tal en su contenido, que sobrepasa absolutamente todo entendimiento humano. Así, lo que podríamos considerar un detalle, echar una partícula en el caliz que contiene la sangre de Cristo, tiene un tremendo contenido teológico, que edifica la espiritualidad de quienes participan en la misa de manera activa, conciente y fructuosa.