Este rito viene desde la antigüedad, siglo V aproximadamente, y su significado no se conoce con total precisión. Lo más probable, y tal como el Misal pone, hace referencia a que Cristo se nos da en plenitud, en cuerpo y sangre. La consagración, que se ha hecho por separado para el pan y el vino, podría dar la impresión de una cierta disociación sacrificial. Su unión en el cáliz manifiesta la unidad vital de su persona.
Nunca deberíamos olvidarnos de que en la mezcla del pan con el vino, desde tiempos antiguos, se expresaba la acción unitiva de la Eucaristía, por encima de las distancias, y ahora, además, nos debe recordar la unidad interna del sacramento bajo las dos especies y el simbolismo de la unión entre las diversas Iglesias particulares, locales o diocesanas y las iglesias parroquiales.
La Santa Misa es de una riqueza simbólca tal en su contenido, que sobrepasa absolutamente todo entendimiento humano. Así, lo que podríamos considerar un detalle, echar una partícula en el caliz que contiene la sangre de Cristo, tiene un tremendo contenido teológico, que edifica la espiritualidad de quienes participan en la misa de manera activa, conciente y fructuosa.